20 de enero de 2009

El mesías


Realmente estoy anonadado con los efectos producidos por los medios de comunicación en el sentir de la gente y también por el mismo efecto logrado por la melanina en piel de Barack Obama.

Acabo de hacer una prueba arriesgada, con un poco de temor: armé un combate a un round entre el nuevo presidente del mundo y nada más y nada menos que Jesus, Nuestro Señor. El escenario elegido fue el Todopoderoso Google, y la búsqueda de ambos nombres arrojó el siguiente resultado:

El Hijo de Dios: 265.000.000 de resultados (convengamos que su nombre es igual en inglés y en español)
El Presidente de Todos: 279.000.000

Mierda!!! ¿Hace 18 meses no teníamos la menor idea de quién era, y en un abrir y cerrar de ojos el tipo es más groso que Dios?

Más allá de la nota de color del resultado de google, noto un reverdecer en la esperanza en la gente, que cree que Obama va a cambiar el mundo y lo va a cambiar para bien porque es el primer Presidente negro (mestizo o mulato, para decirlo apropiadamente) en un país de blancos, y Demócrata, en un sistema bipartidista en el que el papel de "malo" en nuestras cabezas se lo llevan "los otros".

No me gusta pararme en la vereda de enfrente por deporte ni ser pesimista por default, pero me resisto visceralmente a tragarme uno u otro verso.

Que sea –supuestamente- progresista y lo hayan ayudado a constuir poder para llegar hasta ahí me hace sospechar que todo lo que tiene de tal va a ser borrado de un plumazo para mantenerse en el poder y con vida mientras dure su mandato. Al fin y al cabo, ¿cuántos presidentes de Estados Unidos con ánimo de cambiar las cosas fueron asesinados mientras gobernaban? Por lo menos, cuatro. ¿No es poderosamente llamativo que se trace un paralelismo repetido entre Obama y Lincoln? Sería muy obvio que lo hicieran y después le depare el mismo destino pero no sería sorprendente, dada la torpeza con que los servicios perpetran allí sus autoatentados y magincidios. Y con respecto al hecho de que sea demócrata: ¿es necesario recordar cómo nos fue a los que estamos en el patio trasero con los gobiernos de Carter (1977-1981) y Clinton (1992-2000)?

Que sea negro o mulato significa mucho, pero ¿alguien cree realmente que por ese motivo va a defender los derechos de los marginados y va a construir un país (mundo) más igualitario en todos sus aspectos? ¿Cuántos negros habrá en su gabinete? Si se decidiera a hacerlo, si se animara a decir “Basta” y mandara a aprobar todas las leyes que faltan y creara todos los organismos necesarios para construir esa república de iguales, ¿no correría el riesgo de ser acusado por los sectores más reaccionarios de una sociedad altamente reaccionaria y de esa manera peligrarían su mandato-poder-vida y su proyecto?

Que sea culto es el único argumento que deja entrar un pequeño haz de luz en mi incredulidad y pesimismo. Pero no porque ser culto signifique tener buenas intenciones, pensar de esa forma sería caer en la misma que vengo castigando en párrafos anteriores. Dejo entrar ese haz de luz porque después de ver gobiernos de brutos, bárbaros, iletrados y bestiales como el de Bush-paradigma del burro con poder-, el de Reagan, las dictaduras latinoamericanas –en especial la de Argentina- el de Menem, y unos cuántos etcéteras más, me permito un espacio de expectativa positiva. Si todos aquéllos fueron gobiernos ideados e ideales para un mundo peor, este podría llegar a estar del otro lado. Quizás.

Quizás esa esperanza de toda la gente, incluyendo muchos que se han ganado el mayor de mis respetos por su sapiencia, erudición, información y trabajo, sea solamente una cuestión de fe, fe en que a partir de ahora se empiece a apuntar hacia un mundo menos peor. Una cuestión de fe como la religión, como creer que Jesucristo es el hijo de Dios.